Informar puede volverse peligroso
La periodista checa Zdislava Pokorná reveló mensajes racistas de un político y enfrentó amenazas y campañas de intimidación. Su caso expone el peligro de informar desde el extremismo
Zdislava Pokorná, periodista checa bajo fuego político
Cuando un político poderoso amenaza con demandar a un medio, pocos se detienen a pensar quién está del otro lado de la pantalla. En este caso, una periodista joven: Zdislava Pokorná, reportera de Deník N, formada en Seznam Zprávy e iRozhlas.cz, hoy parte del equipo nacional del diario.
El 10 de octubre de 2025, Deník N publicó una investigación firmada por Pokorná y Michael Švec. Era el comienzo de lo que pronto se convertiría en una tormenta política: el candidato de Motoristé sobě a ministro de Exteriores, Filip Turek, había dejado tras de sí un historial digital lleno de mensajes racistas y referencias fascistas.
Turek negó la autenticidad, lo llamó “intento de desacreditación” y anunció acciones legales.
Al día siguiente, 11 de octubre, Pokorná publicó en solitario la segunda parte. En ella demostró que, pese a borrar buena parte de su pasado, Turek aún mantenía publicaciones activas en las que calificaba de “limpieza” la masacre de 51 musulmanes en Nueva Zelanda.
El hallazgo rompió el equilibrio político: Andrej Babiš se desmarcó del partido, Petr Macinka anunció que demandaría a Deník N y Romea.cz pidió que Turek no representara a la República Checa en el exterior.
La reacción en redes fue todavía más reveladora. Horas después de esa segunda publicación, Richard Chlad, empresario del juego y los automóviles, aliado y financista de Motoristé, subió una foto en uniforme de camuflaje con la culata de una pistola visible.
Escribió que “había comenzado una guerra híbrida” y que tal vez “sería necesario salir a la calle”.
El mensaje fue borrado poco después, pero ya había cumplido su función: trasladar el tono del partido del discurso político al lenguaje bélico.
Esa misma noche, Pokorná y el periodista Lukáš Prchal documentaron el episodio en una nueva pieza de Deník N, detallando cómo el entorno del candidato usaba retórica militar y victimista para presentarse como perseguido.
La Policía Checa respondió públicamente desde su cuenta oficial:
“Hablamos con la redactora Zdislava Pokorná. Sabe a quién puede acudir. Las amenazas a periodistas por el motivo de su trabajo no son aceptables.”
En un país donde las intimidaciones a la prensa rara vez generan respuesta institucional, esa frase marcó un precedente.
El caso Turek mostró con precisión quirúrgica la cadena que se activa cuando un reportaje desafía al poder: primero la negación, luego la amenaza legal, después el amedrentamiento simbólico.
El 12 de octubre, mientras Macinka repetía que demandaría a Deník N y Babiš intentaba mantener distancia, Pokorná seguía trabajando en silencio en la redacción.
Su nombre se volvió sinónimo de algo incómodo: una periodista que hizo su trabajo y obligó al país a mirarse en el espejo.
Zdislava Pokorná no escribió un editorial, no buscó atención ni victimismo.
Publicó hechos verificables, resistió la presión y dejó al descubierto hasta qué punto el extremismo político depende del silencio institucional.
El costo de decir la verdad
En la República Checa, donde denunciar el odio todavía se confunde con provocación, hacer periodismo sigue siendo un acto de coraje.
Este caso refleja la misma impunidad descrita en “Exclusión de minorías en Chequia”, otra historia que muestra cómo el silencio institucional protege al racismo cotidiano.
