
Ministro de Contrastes
Un ministro de perfil progresista
Vít Rakušan es Ministro del Interior desde el 17 de diciembre de 2021. Ha construido una imagen de político liberal y progresista. Sin embargo, al frente del Ministerio del Interior persisten las acusaciones de racismo institucional en Chequia y de protección insuficiente de las minorías.
Líder del movimiento STAN, se presenta como europeísta y defensor de los derechos humanos. Sus apariciones públicas suelen reforzar esa imagen: ha celebrado uniones del mismo sexo, ha prometido avanzar en igualdad legal para las parejas homosexuales y ha posado como rostro amable de la democracia checa.
No obstante, esa cara luminosa contrasta con la gestión de un ministerio que arrastra fallas profundas.
El espejo de Radek John
No es la primera vez que el Ministerio del Interior es cuestionado. Bajo Radek John —periodista convertido en político y ministro entre 2010 y 2011— la institución ya mostraba descoordinación y falta de voluntad para investigar abusos policiales.
John llegó con el prestigio de ser un periodista de investigación respetado, conocido por su trabajo contra la corrupción. Su intención declarada fue limpiar la policía y dar más transparencia a la gestión interna. Esa agenda le generó resistencias dentro de la propia estructura estatal.
En mayo de 2011 presentó su dimisión tras discrepancias con el primer ministro Petr Nečas, que rechazaba sus propuestas de reforma y el estilo directo con que señalaba irregularidades en la policía. Su salida fue aceptada por el presidente Václav Klaus y confirmada públicamente (Radio Praga Internacional, 2011).
Su breve paso por el ministerio dejó la sensación de que la policía no estaba dispuesta a aceptar controles democráticos estrictos y que cualquier intento de depuración encontraba muros de resistencia.
Contexto político reciente
El Ministerio del Interior en Chequia no es un cargo menor. Controla la policía nacional, la política de asilo y migración, y es clave en la lucha contra el extremismo.
La figura de Rakušan llega después de ministros cuestionados: Milan Chovanec (ČSSD), acusado de minimizar abusos policiales, y Jan Hamáček, criticado por su gestión durante la pandemia. La continuidad de esas sombras explica por qué los gestos liberales del actual ministro generan más sospechas que confianza.
Racismo institucional bajo la alfombra
Durante su mandato, el Ministerio del Interior ha sido señalado por ignorar denuncias de asilados políticos, minimizar el hostigamiento institucional contra refugiados y encubrir agresiones racistas.
Casos documentados muestran cómo la policía resta importancia a ataques contra romaníes, extranjeros y refugiados. Expedientes se archivan o se dilatan hasta perder fuerza legal.
El mensaje implícito es claro: la protección del Estado no es igual para todos.
Asilados políticos desprotegidos
Un ejemplo recurrente es la falta de garantías para asilados políticos en territorio checo. Mientras el gobierno se enorgullece de ofrecer asilo por motivos humanitarios, en la práctica los refugiados enfrentan indiferencia administrativa, acoso policial y falta de respuesta ante amenazas concretas.
El aparato estatal no solo falla en su deber de protección. En ocasiones se convierte en instrumento de revictimización.
Tal como expuse en mi crónica Exclusión de minorías en Chequia, la distancia entre el discurso oficial y la realidad es enorme. Mientras el ministerio habla de integración, las denuncias por hostigamiento institucional y amenazas archivadas siguen acumulándose.
Contexto social y mediático
En paralelo, las encuestas muestran que casi 70 % de los checos considera a los extranjeros una amenaza de seguridad. Esa percepción influye en cómo la policía y los medios tratan los casos de criminalidad.
Cuando el agresor es parte de la mayoría, se presenta como “joven” o “hombre”. En cambio, cuando se trata de romaníes o extranjeros, el énfasis está en la etnicidad o en el estatus migratorio.
Ese sesgo mediático y policial alimenta el racismo institucional en Chequia que persiste bajo la gestión de Rakušan.
Entre la foto y la realidad
Cuando Rakušan oficia bodas o aparece en redes sociales abrazando causas de inclusión, envía un mensaje progresista a la Unión Europea y a la opinión pública internacional.
Pero puertas adentro, la seguridad cotidiana de las minorías sigue sin estar garantizada. Las agresiones racistas contra romaníes, extranjeros y refugiados políticos rara vez terminan en justicia.
Se minimizan, se archivan o se diluyen en tecnicismos. Esa omisión es tan grave como la violencia misma: normaliza el racismo estructural y lo blanquea bajo el barniz de un ministro que sonríe en ceremonias.
Contexto internacional
La paradoja se amplifica en el plano internacional. Chequia se presenta en Bruselas como defensora de valores europeos. Sin embargo, organizaciones como el Consejo de Europa o la Agencia de Derechos Fundamentales han señalado deficiencias en la protección de minorías.
En ese espejo, la imagen de Vít Rakušan como político liberal se convierte en escaparate. Pero sin reformas concretas, su credibilidad queda en entredicho.
El espejo de los informes
En 2019, el Ombudsman advirtió en un informe oficial que los romaníes seguían siendo desproporcionadamente víctimas de controles policiales y desalojos forzosos.
Medios como Romea.cz documentaron entonces la falta de voluntad política para corregir esos abusos. Esa advertencia quedó sin respuesta concreta. Hoy, bajo la gestión de Rakušan, los mismos patrones continúan.
En 2022, Rakušan apareció en varios medios europeos como símbolo de un liberalismo checo moderno. Su defensa del matrimonio igualitario le valió titulares positivos en Bruselas. Sin embargo, informes de Amnesty International y del Ombudsman insisten en la falta de garantías para minorías étnicas y refugiados. Esa dualidad entre proyección internacional y omisiones internas alimenta la percepción de un racismo institucional maquillado.
La pregunta pendiente
¿Es Vít Rakušan el rostro de un cambio real o el de una democracia que se limita a gestos de escaparate?
Mientras no existan garantías efectivas para las minorías, los asilados y los refugiados políticos, sus fotos seguirán siendo eso: imágenes bonitas que no alcanzan para tapar la sombra del racismo institucional en Chequia.
El alcance real del cargo
El Ministro del Interior en Chequia dirige la policía nacional, la política de asilo y migración, la seguridad interna y la coordinación de emergencias.
Su papel no es el de diplomático ni el de garante de derechos humanos en sentido amplio, aunque muchas veces se presenta así en foros públicos. En la práctica, su agenda debería centrarse en garantizar investigaciones imparciales, proteger a minorías frente a la violencia y asegurar que la policía actúe bajo estándares democráticos.
Cuando el discurso se aleja de esas funciones concretas y se reduce a gestos de imagen, el cargo se desvirtúa. La institución encargada de proteger a todos termina usándose como escenario político.
Comparación internacional y tareas pendientes
En la mayoría de países europeos, el ministro del Interior tiene un marco de competencias bien definido: policía, migración, seguridad interna y gestión de emergencias.
En Alemania, por ejemplo, el Bundesinnenminister se ocupa de la seguridad interna y del respeto al orden constitucional, sin presentarse como líder moral en debates sociales amplios. En Francia, el Ministerio del Interior dirige la Gendarmería, la Policía Nacional y la seguridad pública, con un rol eminentemente administrativo y de orden público.
La diferencia con Chequia bajo Vít Rakušan es el uso intensivo del cargo para la autopromoción política. Mientras en otros Estados el puesto se entiende como técnico y limitado, en Praga se estira hacia gestos simbólicos que no siempre se reflejan en cambios institucionales reales.
Si Rakušan quiere demostrar que su papel no se reduce a sonrisas en ceremonias o a mensajes en redes sociales durante cada elección, debe afrontar reformas de fondo. Necesita garantizar que la policía investigue con imparcialidad los delitos motivados por racismo, establecer protocolos claros de protección para asilados y refugiados, transparentar los procedimientos disciplinarios contra agentes que abusen de su poder y reforzar la supervisión independiente de las fuerzas de seguridad.
Solo con medidas concretas, y no con gestos fotogénicos, podrá empezar a desmontar el racismo institucional en Chequia que su ministerio todavía perpetúa.