Fuente: Wikimedia Commons, CC BY-SA 3.0. Neonazi skinhead con chaqueta “Weiss & Stolz” en una manifestación.

La ultraderecha checa ha aprendido a mutar. Ya no son solo cabezas rapadas en botas y bomber: ahora copian la estética de sus rivales antifascistas, se infiltran en gimnasios y clubes de boxeo, aparecen en listas electorales municipales y hasta cierran contratos millonarios con ministerios en plena pandemia.

Otros grupos ensayan un disfraz más respetable —camisas y conferencias—, mientras en paralelo surgen facciones paramilitares que entrenan en bosques, se uniforman y veneran símbolos heredados del Tercer Reich. En la cúspide política, figuras como Tomio Okamura convierten el rechazo al extranjero en plataforma de poder. Estética, violencia, negocios, política y culto simbólico: cinco caras de un mismo fenómeno que crece en silencio y con demasiada impunidad.

La imagen hurtada

Durante años, la ultraderecha checa se vistió con bomber, botas y estética skinhead. Hoy, parte de esas facciones ha adoptado la imagen del “black bloc”: capucha negra, ropa oscura de pies a cabeza, gafas y mascarilla. Un estilo nacido en los entornos anarquistas y antifascistas de los años setenta que ahora los neonazis copian sin pudor. El objetivo es claro: uniformidad, anonimato y confusión, hasta el punto de que desde lejos resulta difícil distinguir si se trata de un bloque antifascista o de un grupo de extrema derecha. La paradoja es evidente: el movimiento que predica “orden y tradición” se esconde bajo una estética prestada de sus enemigos ideológicos.

Del disfraz a la violencia

Gente Decente y otros grupos neonazis adoptaron la indumentaria típica de los antifascistas: ropa negra de pies a cabeza, capuchas, sudaderas deportivas y mascarillas. Con este disfraz buscan uniformidad y anonimato, copiando la estética del bloque negro surgida en los años setenta en círculos anarquistas. La paradoja es que quienes proclaman “orden y tradición” recurren a la imagen de sus enemigos ideológicos para proyectar fuerza en la calle.

Pero la imitación de la estética no se quedó en lo simbólico: pronto se tradujo en violencia dirigida contra minorías.

Del ring a la política municipal

En 2018, Jaroslav Kalina, apenas un veinteañero, apareció como candidato del movimiento Gente Decente en las elecciones municipales de Brno. Para el público general era un rostro desconocido, pero llevaba años moviéndose en el entorno hooligan y neonazi de la ciudad. Habitual en gimnasios y clubes de boxeo frecuentados por miembros del grupo JKG, fotografías lo muestran junto a figuras como Vladan Weiss y los hermanos Lebeda, conocidos por peleas de fútbol y agresiones racistas.

Kalina no tenía experiencia política ni empresarial relevante, pero su salto a las listas electorales evidenció cómo ciertos círculos violentos empezaban a buscar una fachada de respetabilidad a través de las urnas. Lejos de la imagen clásica del skinhead con bomber y botas, los miembros de Gente Decente suelen vestir ropa deportiva: sudaderas oscuras, pantalones de chándal, zapatillas de marca y, en ocasiones, cazadoras ligeras o gorras. Esa estética de “entrenamiento” refuerza su vínculo con los clubes de boxeo y, al mismo tiempo, les permite camuflarse como jóvenes comunes de barrio. La ausencia de simbología nazi explícita no elimina el trasfondo ideológico: es una fachada práctica que encubre redes de hooligans y militantes con historial de violencia racista.

En torno a 2020, un video difundido por DNES TV mostró cómo Weiss atacaba brutalmente en pleno centro de Brno a un joven tunecino elegido al azar por su color de piel. Lo derribó por la espalda y lo golpeó muchas veces en la cabeza, entre insultos como “árabe sucio”. En 2022, los tribunales lo condenaron a siete años y medio de prisión, aunque la justicia evitó reconocer la motivación racista del ataque. Kalina se entrenaba en el mismo club de boxeo que Weiss, Brenner, señalado como semillero de la escena neonazi local.

Que alguien de ese círculo lograra figurar en una lista electoral muestra hasta qué punto la ultraderecha violenta ha aprendido a blanquearse bajo la fachada de proyectos políticos “respetables”.

Doble vara judicial

El contraste es revelador. En Brno, Vladan Weiss terminó condenado por su brutal agresión a un joven tunecino. Sin embargo, el tribunal evitó reconocer el odio racial como móvil. Pero hay otros casos aún más alarmantes: un joven refugiado, atacado también por un vecino vinculado a círculos neonazis, sufrió lesiones graves documentadas con certificados médicos. La policía archivó el caso, manipuló pruebas clave y terminó acusando al propio agredido en un proceso amañado que incluso recibió el visto bueno de la fiscalía.

La paradoja es cruel: el agresor, vinculado a un entorno de violencia racista, quedó protegido por la inacción institucional, mientras la víctima extranjera fue tratada como sospechosa. Este doble rasero envía un mensaje devastador a las minorías: denunciar un ataque puede convertirse en una nueva forma de persecución.

Contrato millonario en plena pandemia

La normalización también se refleja en los negocios. En abril de 2020, cuando la República Checa buscaba desesperadamente mascarillas y respiradores, una pequeña empresa llamada Supervize Hologramy s.r.o. apareció como proveedor inesperado. Fundada por Jaroslav Kalina, un joven de 24 años vinculado al entorno hooligan y neonazi de Brno, la firma había sido creada para temas de hologramas, no para material sanitario.

Aun así, firmó con el Ministerio de Salud un contrato por 400.000 respiradores FFP2, valorado en 72,6 millones de coronas. Según reveló el servidor Seznam Zprávy, Kalina los compró en China por 38 coronas y los revendió al Estado a 150, aplicando un sobreprecio de alrededor del 300 %. Además, el ministerio transfirió por “error” otros 37 millones de coronas extra.

La operación mostró cómo, en plena emergencia nacional, un veinteañero sin experiencia en el sector terminó al frente de un contrato estatal multimillonario. Lon márgenes que escandalizaron a la opinión pública y evidenciaron la permeabilidad del Estado a redes con conexiones en el extremismo.

La estética del Reich reciclada en Chequia

Símbolo del Sol Negro, emblema esotérico usado por las SS nazis y reapropiado hoy por grupos extremistas en Europa.
“Sol Negro (Schwarze Sonne), un símbolo esotérico diseñado por las SS en la Alemania nazi, recuperado hoy por grupos ultraderechistas checos que lo exhiben en redes sociales y lo combinan con estética paramilitar.

Más allá de las bandas callejeras de estética hooligan, existe un perfil distinto que prefiere camuflarse bajo una fachada paramilitar o de tradición cultural. En sus redes sociales, tatuajes y parches aparecen símbolos que funcionan como contraseñas ideológicas. Runas germánicas como la algiz, la odal, el Wolfsangel o las dobles sig,todas usadas por divisiones de las SS y otras formaciones hitleriana. Hoy en dia son recuperadas como marcas de identidad por jóvenes que saben perfectamente lo que representan.

El martillo de Thor se convierte en emblema de resistencia étnica, las águilas imperiales en blanco y negro evocan directamente al Tercer Reich, y consignas como White Lives Matter se enmarcan en círculos de runas. Incluso símbolos aparentemente neutros, como la pirámide del dólar con el ojo que todo lo ve, se resignifican en narrativas conspirativas sobre un supuesto “nuevo orden mundial”.

La puesta en escena acompaña al lenguaje visual: uniformes de camuflaje, chalecos tácticos, entrenamientos en bosques, prácticas de tiro y banderas propias con emblemas arcaicos. Se organizan en “unidades” con nombres rimbombantes, como si fueran regimientos en espera de despliegue. Desde fuera, parecen prepararse para una guerra; y cuando uno revisa sus perfiles, el enemigo al que dicen estar listos para enfrentar no es abstracto, sino la supuesta “invasión de inmigrantes”, un discurso calcado de la ultraderecha europea.

La ausencia de esvásticas no los hace inocuos: el mensaje está en los códigos visuales que portan con orgullo. El camuflaje militar se convierte en la traducción estética de una mentalidad de asedio permanente.

La fachada de Generace Identity

Bandera de Generace Identity en un acto público,documentación periodística; sin adhesión.

Extrema derecha en Chequia: pancarta de Generace Identity en un acto público — documentación periodística; sin adhesión.

En paralelo, Generace Identity, la rama checa del movimiento europeo Generation Identity, apuesta por una fachada más respetable: conferencias, panfletos y actos públicos donde sus militantes aparecen en camisas y ropa formal. El discurso sustituye “raza” por “identidad” o “etnopluralismo”, pero el objetivo no cambia: presentar la diversidad como amenaza y promover una Europa “solo para europeos”.

Estudios y prensa local señalan a Adam Berčík (Ústí nad Labem) como la cara más visible del grupo. Junto con Michal Urban (Praga) y Ladislav Havlíček (Veselí nad Lužnicí), todos vinculados previamente al entorno de los Autonomní nacionalisté. Facebook incluso bloqueó perfiles de la organización por infringir normas contra el extremismo.

La trayectoria de estos líderes muestra la continuidad: de los viejos nacionalistas autónomos a los identitarios con camisa blanca y atril. Un cambio de estética que no es más que un rebranding del mismo ideario ultraderechista.

La paradoja de Tomio Okamura

La estrategia de legitimación no se queda en grupos marginales: alcanza también a la política nacional. Tomio Okamura, líder del SPD, no nació en la República Checa. Vino al mundo en Tokio en 1972, hijo de padre japonés de origen coreano y madre morava. Según Wikipedia, pasó parte de su niñez en un orfanato pese a tener a sus padres vivos, un episodio que él mismo recuerda como marcado por el acoso a causa de sus rasgos asiáticos. A los diez años regresó con su madre a Checoslovaquia, donde se crió y estudió.

Ese trasfondo no lo llevó a la empatía. De adulto se convirtió en uno de los políticos más duros contra la inmigración. En 2018, durante un mitin en Praga, declaró que “los refugiados son parásitos” (Seznam Zprávy, 6/2018). También defendió que los extranjeros que pierdan su empleo “no deberían recibir ayudas sociales de forma automática” (novinky.cz) y promovió leyes que prevén la expulsión automática de extranjeros que cometan delitos intencionales, salvo algunas excepciones (demagog.cz).

El contraste con la vida real de muchas familias migrantes en Chequia es revelador. La Ley de Ciudadanía (Ley n.º 186/2013 Sb., § 5 y § 29) establece que los hijos de asilados o extranjeros nacidos en territorio checo no reciben la ciudadanía automáticamente. Deben esperar hasta cumplir 18 años para poder solicitarla. Hoy hay niños de entre 12 y 13 años, nacidos en hospitales checos de madres asiladas políticas, que estudian en escuelas locales, hablan checo como lengua materna y no conocen otra patria que esta, pero siguen siendo considerados “extranjeros” a ojos de la ley.

Mientras estos menores crecen en un limbo legal, Okamura —quien de niño sufrió el estigma de ser tratado como extranjero— utiliza su poder político para estigmatizar a quienes llegaron después. La contradicción es extrema: alguien que una vez padeció rechazo por sus orígenes convierte ese mismo rechazo en su plataforma política, una paradoja que exploré con más detalle en mi análisis de la campaña de 2025 (Okamura y Konečná).

La señal de Trump sobre Antifa y su lectura en Chequia

Según informó Seznam Zprávy, Donald Trump anunció en 2020 que quería incluir a Antifa en la lista de organizaciones terroristas. En Estados Unidos, sin embargo, el marco legal no permite catalogar como terroristas a grupos domésticos, solo pueden designarse organizaciones extranjeras. Su declaración fue, en la práctica, un gesto simbólico.

En Chequia ese gesto tuvo eco: la ultraderecha lo celebró y dirigentes del SPD de Tomio Okamura lo citaron como ejemplo de lo que —según ellos— debería aplicarse aquí también. La ironía es clara, mientras se intenta criminalizar a un movimiento que nació en los años treinta precisamente para combatir al nazismo.Los grupos neonazis que hoy propagan odio racial, organizan ataques y desfilan con simbología encubierta rara vez son catalogados como organizaciones terroristas. La doble vara judicial y política no solo blanquea a la extrema derecha, sino que convierte en sospechoso al mismo movimiento que históricamente enfrentó al fascismo.

Por cronicasexilio

Journalist and human rights defender. Currently in exile in Europe, where I continue to denounce discrimination, racism, and the rise of neo-Nazism. In this space, I share chronicles, investigations, and reflections from the perspective of resistance.

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