Coche en penumbra que simboliza el caso Turek, la horca, la bala y la justicia checa.Imagen de archivo. Fotografía ilustrativa tomada de Pexels.

Una investigación de Radiožurnál e iROZHLAS.cz reveló que Filip Turek, hoy diputado y aspirante a ministro, fue sancionado solo con una multa tras amenazar a un empleado árabe de la embajada saudí en 2017.

Un dibujo en la oscuridad

El 28 de marzo de 2017, poco después de la una de la madrugada, en un garaje subterráneo de Praga. Un empleado de la embajada de Arabia Saudí descubrió bajo el limpiaparabrisas de su coche un papel con una horca dibujada a mano. Sobre el techo reposaban una bala de caza y una tarjeta de visita.

Según las grabaciones revisadas por la policía y citadas por iROZHLAS.cz, el coche diplomático entró al garaje a la 1:06 de la madrugada; minutos después, Turek dejó la nota con la horca bajo el limpiaparabrisas.

El lugar era el garaje privado del complejo residencial Villa Park Strahov, un edificio de lujo con acceso exclusivo para sus residentes.
Allí vivía también Filip Turek, coleccionista de coches y figura conocida en los círculos automovilísticos.
Las cámaras de seguridad registraron su presencia esa noche y más tarde la policía lo identificó como el autor: fue él quien se acercó al vehículo diplomático y dejó tras el parabrisas la horca dibujada, junto con la bala y su tarjeta de visita sobre el techo.

Según los documentos policiales citados por Radiožurnál e iROZHLAS.cz, Filip Turek reconoció haber dejado allí la nota y los objetos. Ante los investigadores, explicó que actuó “para defender a su novia”, que la situación se había “malinterpretado” y que no sabía que el conductor del vehículo era árabe.
El fiscal aceptó su versión. Reclasificó el hecho como falta administrativa (přestupek proti občanskému soužití) y lo sancionó con una multa.
Sin juicio, sin antecedentes. Caso cerrado.

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La indulgencia selectiva

El episodio, que hoy vuelve a circular gracias a la investigación del portal público iROZHLAS.cz, expone algo más profundo que una excentricidad individual: el doble rasero de la justicia checa.
Cuando el autor pertenece a la mayoría nacional, se habla de “error”.
Cuando el autor es romaní, árabe o extranjero, se activa el peso completo del código penal.

Basta repasar los archivos: jóvenes romaníes encarcelados por discusiones menores; migrantes deportados por altercados verbales; madres extranjeras procesadas por resistirse a procedimientos arbitrarios.
El mensaje es claro: la vara de medir cambia según el color y el origen.

El símbolo que no era una broma

Una horca no es un dibujo inocente.
En la historia checa, carga el peso de las ejecuciones, los pogromos y las multitudes que clamaban venganza.
Y sin embargo, el significado de ese símbolo cambia según el país que lo contemple.
En Alemania, donde los símbolos del nazismo están penalizados y el negacionismo es delito, un caso así sería impensable. En Chequia, en cambio, las líneas rojas se difuminan: se condena la violencia explícita, pero se tolera el gesto simbólico.

Y esa ambigüedad también se refleja en la respuesta institucional. Lo que en otros países habría detonado una alarma judicial, aquí apenas provocó un trámite.
Cuando la policía encontró la nota, intervino incluso una unidad antiexplosivos: temían que la bala fuera real.
Pese a ello, el caso se cerró como “falta de convivencia”.
El Ministerio de Exteriores recibió una nota diplomática de la embajada saudí. Nadie dimitió. Nadie explicó.

Ocho años después, el propio ministro del Interior saliente,Vít Rakušan, recordó públicamente aquel episodio.
“Las amenazas al empleado de la embajada saudí con una bala y una horca no se borran de los archivos”, escribió hoy en X, aludiendo al caso.
Y añadió con ironía: “Su asistente no puede eliminar esos expedientes.”

La frase cerró el círculo.
Lo que la justicia había archivado, la política lo devolvió al debate público.
El expediente se archivó.
Y el protagonista siguió ascendiendo.

La tolerancia hacia figuras como Turek no surge en el vacío. Ya hace años, la revista alemana Der Spiegel retrataba a la política checa como un terreno fértil para los “outsiders” y los discursos populistas. Esa misma desafección que describía entonces explica hoy cómo un hombre con antecedentes tan perturbadores puede convertirse en símbolo de poder y desafío al sistema.

Para ampliar información sobre Turek y su entorno político, entra aquí.

Dos amenazas y un récord inquietante

Años después, surge otra pieza del mismo rompecabezas.
En redes sociales circula un mensaje atribuido a Filip Turek, donde junto a la foto del líder de los Piratas, Ivan Bartoš, se lee:

“Nuestro combate contra los bolcheviques no ha cesado y nunca cesará. Para estos lagartos ni siquiera alcanzaremos a reabrir los campos; menos mal que en Praga hay suficientes farolas…”

El texto —una amenaza apenas disimulada— combina lenguaje de odio (“bolcheviques”, “lagartos”) con imágenes de ejecución pública.
Dos supuestas amenazas de muerte y ninguna consecuencia penal: un récord perturbador para un aspirante a ministro de Exteriores.

Las palabras que lo delatan

El cuadro se agrava con lo que descubrió Deník N:
en su antiguo muro de Facebook, Turek comentó un atentado en el que murieron árabes, describiéndolo como una “limpieza”.
Sumado al hecho de que su primera amenaza tuvo como víctima a un empleado árabe, el patrón se vuelve visible:
desprecio étnico, lenguaje de exterminio, violencia simbólica presentada como ironía.

Y, sin embargo, la reacción institucional es la misma de siempre:
inmovilidad, silencio, excusas.

Cuando la justicia cierra los ojos

El caso Turek es más que una anécdota. Es un espejo.
Muestra cómo el sistema protege a los suyos y castiga a los otros.
En un país donde las agresiones racistas contra romaníes o extranjeros se archivan como “conflictos vecinales”, un político puede dejar una horca y una bala sin perder reputación.

El resultado no es justicia, sino descrédito.
Y una sensación de impunidad que corroe la confianza pública.

¿Por qué ahora?

Durante ocho años, ese expediente durmió en silencio.
De pronto, en octubre de 2025, iROZHLAS.cz publica los documentos policiales y el caso vuelve al centro del debate justo cuando Turek suena como posible ministro.

La ex candidata presidencial Danuše Nerudová ironizó en redes: “Es hora de que Filip Turek regrese al garaje.”
Y el diario austríaco Die Presse preguntó en portada: “A pesar de las acusaciones de racismo y de su colección nazi, ¿será Filip Turek el nuevo ministro de Exteriores en Chequia?”

¿Quién filtró la investigación?
¿Un funcionario incómodo, una fuente política, un cálculo dentro del propio poder?
Quizás nunca se sepa.
Pero una cosa es segura: lo que se quiso enterrar en los archivos ha vuelto a la superficie, y esta vez el dibujo de la horca habla más fuerte que cualquier discurso.

Epílogo: el eco de una horca

Hoy 15 de octubre, el propio Ivan Bartoš confirmó en su cuenta oficial de X que la Policía checa ha comenzado a investigar las declaraciones de Filip Turek por posibles delitos de denigración de nación y raza y aprobación de un acto delictivo.

“No son solo comentarios repugnantes en redes; tienen impacto y propagan odio en la sociedad. Especialmente cuando los pronuncia un político que aspira al cargo de ministro de Asuntos Exteriores en el nuevo gobierno de Andrej Babiš.”

La ironía como espejo

Un usuario de X escribió con mordacidad: “En los garajes reparte dibujos de horcas y cartuchos usados.”
El comentario corrió por las redes como una sentencia popular: en Chequia, la ironía es a veces la única forma de denuncia.

Porque el caso Turek ya no habla solo de un hombre, sino de un sistema que archiva la violencia cuando proviene del poder y la castiga cuando viene de abajo.
Su historia condensa ese reflejo torcido: la justicia que minimiza, la política que premia, la sociedad que se ríe para no gritar.

El regreso del expediente

El expediente que una vez fue archivado vuelve a respirar.
Y cada línea de esa vieja investigación recuerda lo mismo:
el pasado nunca muere —solo espera su turno para volver a llamar a la puerta.

Por cronicasexilio

Journalist and human rights defender. Currently in exile in Europe, where I continue to denounce discrimination, racism, and the rise of neo-Nazism. In this space, I share chronicles, investigations, and reflections from the perspective of resistance.

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