El viernes pasado en un supermercado de la capital checa, una mujer romaní de edad avanzada, que caminaba con andador, fue interceptada por guardias de seguridad.Las personas miraban con curiosidad, pero sin intervenir, el altercado entre dos guardias de seguridad extranjeros que acosaban a la mujer por negarse a una revisión sin causa. Cliente habitual del supermercado Billa, la señora, visiblemente molesta, les preguntó al que parecía ser el jefe de seguridad si también revisaban los bolsillos de los checos blancos. La pregunta, cargada de indignación, dejó expuesto el trasfondo racista del incidente. Ante la negativa de la señora a permitir que revisaran sus pertenencias sin causa, los guardias llamaron a la policía. No había pruebas de hurto, pero la escena se desarrolló como si la culpabilidad viniera dada por su origen étnico.

Imagen ilustrativa: las personas romaníes suelen ser objeto de controles selectivos en supermercados checos.
Normalización del prejuicio en espacios cotidianos
En la República Checa, ciudadanos romaníes enfrentan una sospecha institucionalizada incluso en actos tan comunes como hacer la compra. Varios estudios confirman que la discriminación no está confinada a las políticas o los discursos públicos, sino que se practica rutinariamente en entornos como supermercados.
El mecanismo de sospecha automática
Empresas de seguridad contratadas por grandes cadenas de supermercados aplican con frecuencia controles selectivos. Los clientes romaníes son observados con lupa, retenidos, o se les exige someterse a revisiones humillantes que rara vez se aplican a otros grupos.
La negativa legítima
Rehusar una revisión sin causa justificada es un derecho básico. Sin embargo, cuando una persona romaní ejerce ese derecho, la respuesta inmediata es la criminalización: llamar a la policía, reforzar la escena de sospecha, convertir lo cotidiano en un espectáculo de discriminación.
El rol de las fuerzas del orden
En lugar de garantizar igualdad de trato, la policía a menudo respalda de manera acrítica la actuación de los guardias privados. Esta connivencia refuerza la percepción de que la discriminación racial no solo se tolera, sino que se legitima institucionalmente.
Estereotipos reforzados por desigualdad mediática
La representación mediática de la comunidad romaní suele vincularlos desproporcionadamente con el crimen, reforzando prejuicios profundos y estigmas sociales que legitiman la discriminación diaria.
Racismo estructural e impunidad
La discriminación hacia los romaníes no solo proviene de civiles, sino que está institucionalizada. Informes de organizaciones como el European Roma Rights Centre advierten que los abusos van desde el personal de seguridad hasta la policía y el sistema judicial.
Discriminación multifacética y persistente
El Consejo de Europa ha expresado preocupación por la persistencia de la discriminación contra los romaníes en todas las áreas de la vida social: vivienda, educación, trabajo y acceso al sistema de justicia muestran un patrón sistemático de exclusión.
Reflexión final
Comprar en un supermercado debería ser un acto común, pero para muchos ciudadanos romaníes se convierte en una experiencia de humillación. Cuando la seguridad privada y la policía actúan sobre prejuicios y no sobre hechos, se transmite un mensaje peligroso: que la igualdad ante la ley es selectiva. El racismo, lejos de estar en los márgenes, se despliega en lo más ordinario de la vida urbana.
