Computadora con código en pantalla representando la vigilancia digital de Rusia en Cuba.Imagen ilustrativa de programación, usada como símbolo del control digital impulsado por Rusia y replicado en Cuba.
Rusia en Cuba, vigilancia digital y control tecnológico representados con códigos verdes estilo Matrix
Códigos digitales que simbolizan la injerencia tecnológica de Rusia en Cuba

Rusia en Cuba: un anuncio que esconde dependencia

El régimen cubano anunció junto a Moscú la creación de un Centro Tecnológico de Liderazgo y Desarrollo Avanzado. La noticia se presentó como un paso hacia la modernización educativa y la llamada “soberanía digital”. La retórica oficial hablaba de capacitación, desarrollo y futuro.

Pero detrás del brillo del anuncio hay un trasfondo inquietante. Rusia en Cuba no significa soberanía, sino dependencia; no significa libertad digital, sino un nuevo grillete tecnológico. Moscú obtiene lo que realmente busca: una plataforma de control en el Caribe y un peón contra Washington a solo 150 kilómetros de Florida.

Ciberseguridad: la puerta trasera legalizada

Granma único periódico oficial de Cuba y órgano del Partido Comunista, celebró en junio de 2025 la firma de un convenio entre Cuba, Rusia, Irán y Venezuela en materia de “ciberseguridad”. El documento habla de cooperación contra el “cibercrimen” e intercambio de evidencia digital. Pero la experiencia cubana muestra otra cosa.

El acuerdo implica intercambio de datos sensibles entre servicios de inteligencia aliados, abre la puerta a la persecución transnacional de disidentes bajo el ropaje legal del “delito informático” y establece la coordinación de vigilancia digital con algoritmos y servidores gestionados por Moscú y Teherán.

El peligro no es teórico. Amnistía Internacional ha documentado que en Cuba “los críticos del gobierno son hostigados, encarcelados y sometidos a vigilancia constante”. Human Rights Watch recuerda que el Decreto-Ley 389 de 2019 autoriza la interceptación de comunicaciones sin orden judicial, institucionalizando la vigilancia electrónica.

Si hasta ahora la Seguridad del Estado operaba con métodos artesanales —operativos en calles, teléfonos pinchados, cortes de internet—, mañana contará con infraestructura tecnológica de primera línea proporcionada por un socio experto en control digital. Para los opositores, periodistas independientes y ciudadanos críticos, el riesgo se multiplica.

El laboratorio de la represión

Rusia en Cuba, vigilancia digital sobre periodistas y disidentes representada con códigos rojos
Periodistas y opositores cubanos bajo el ojo digital de la represión, ahora reforzada por la cooperación con Rusia.

Cuba ya funciona como una prisión de baja intensidad para sus disidentes. Los ejemplos abundan: la vigilancia domiciliaria con policías frente a la puerta, los interrogatorios constantes a periodistas y activistas, los arrestos exprés para impedir manifestaciones pacíficas y la restricción de internet y datos móviles en fechas sensibles forman parte del repertorio cotidiano de represión.

Lo que ahora se suma es el músculo ruso. El nuevo centro tecnológico permitirá automatizar y perfeccionar el control social. El software y hardware rusos no llegarán para formar estudiantes, sino para reforzar el aparato represivo.

La injerencia rusa en Cuba no tiene que ver con progreso: tiene que ver con sostener una dictadura. Moscú no oculta su pragmatismo: le interesa más tener un nodo de influencia a las puertas de Estados Unidos que mejorar la vida del cubano común. Y la tiranía lo acepta, porque cada byte vigilado equivale a un día más en el poder.

Biotecnología: ciencia de doble uso

El acercamiento no se limita al área digital. En enero y junio de 2025, el gobierno cubano firmó convenios entre BioCubaFarma, el Centro de Inmunoensayo y el Instituto Engelhardt de Rusia, que incluyen la creación de una empresa biofarmacéutica mixta. También el CIGB anunció cooperación con el Centro de Endocrinología ruso.

En teoría, la biotecnología se presenta como orgullo nacional. En la práctica, se abre una puerta peligrosa: el control de datos biomédicos de la población por actores extranjeros, el desarrollo de proyectos de doble uso con aplicaciones civiles y estratégicas y la cesión de conocimiento científico sin control social ni transparencia.

En un país donde los derechos ciudadanos son sistemáticamente violados, ¿qué garantía existe de que esos datos y avances se usen en beneficio del pueblo y no como parte de la maquinaria de poder?

Energía: el caballo de Troya

La cooperación tecnológica entre Cuba y Rusia se extiende al sistema eléctrico. Moscú promete construir nuevas unidades de generación, rehabilitar plantas y aplicar inteligencia artificial para optimizar el servicio.

En un país asfixiado por los apagones, la noticia parece positiva. Pero la letra pequeña importa: cada software, cada repuesto y cada sistema de IA quedará bajo llave rusa. El resultado es un acceso remoto a infraestructura crítica y una nueva dependencia.

De igual forma, Cuba se ofrece como plataforma de entrada de tecnología rusa a América Latina. Moscú consigue así un hub regional en el Caribe, no solo para vender productos, sino para proyectar su influencia en telecomunicaciones, energía y ciberseguridad en toda la región.

El precio político del servilismo

Lo que gana cada actor es evidente: Rusia obtiene posición geopolítica, control de datos, un mercado cautivo y un enclave digital frente a Estados Unidos. La tiranía cubana obtiene herramientas para reprimir mejor, legitimidad internacional como “socio estratégico” y oxígeno político para prolongar su vida. Y el pueblo cubano pierde privacidad, libertad, autonomía y futuro.

El supuesto discurso de soberanía digital no es más que vasallaje digital.

El precedente histórico: del misil al algoritmo

No es la primera vez que Rusia en Cuba significa control y amenaza. En los años sesenta fue sede de misiles soviéticos en la Crisis de Octubre. Más tarde, albergó la base de Lourdes, un centro de espionaje electrónico a pocos kilómetros de Miami.

Hoy el arma no son cohetes ni antenas, sino algoritmos, servidores y centros tecnológicos. El guion es el mismo: Cuba como peón, Rusia como potencia que utiliza la isla para desafiar a Estados Unidos, y los cubanos atrapados en medio.

El vasallaje digital

Lo llaman cooperación, pero es injerencia. Lo venden como modernización, pero es represión. Rusia en Cuba significa represión 2.0. La tiranía lo celebra porque cada convenio firmado le asegura un día más en el poder.

Los cubanos no verán progreso ni modernidad: verán más vigilancia, más censura y más represión. Ahora, con la ayuda de Moscú, los opositores y periodistas independientes corren un peligro mayor.

Y los jóvenes tampoco cuentan: para Rusia no valen más que carne de cañón enviada a la primera línea de guerras ajenas, a miles de kilómetros de su patria y de su hogar.

El nuevo centro no es un salto al futuro, sino un grillete digital. Un laboratorio de control social en el Caribe, diseñado para mantener de rodillas a once millones de personas y para dar a Rusia un asiento preferente en el tablero geopolítico.

Por cronicasexilio

Journalist and human rights defender. Currently in exile in Europe, where I continue to denounce discrimination, racism, and the rise of neo-Nazism. In this space, I share chronicles, investigations, and reflections from the perspective of resistance.

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