Niños en escuelas al campo en Cuba trabajando en plantaciones agrícolasNiños cubanos en el programa de “escuelas al campo”, donde eran enviadas a trabajar en plantaciones agrícolas lejos de sus familias.

La historia de los niños separados por motivos ideológicos muestra un espejo entre Checoslovaquia y Cuba, donde los regímenes usaron la infancia como herramienta de control social.

Checoslovaquia, 1953: el engaño de la “recreación”

Sanatorio Priessnitz en Jeseník, balneario usado en 1953 para alojar a niños romaníes separados por motivos ideológicos.
Sanatorio Priessnitz en Jeseník, donde fueron alojados niños romaníes bajo el pretexto de recreación en 1953.

En el verano de 1953, en Litovel y Prostějov, la policía checoslovaca ejecutó una operación meticulosa contra familias romaníes. Los padres fueron arrestados, los hijos apartados bajo el pretexto de una supuesta “recreación” en Jeseník, una ciudad balneario situada en la región de Olomouc, a unos 250 kilómetros al este de Praga, conocida por su clima de montaña y sanatorios.

El disfraz de la higiene y el progreso
Los archivos oficiales narran los hechos con frialdad: niños llorando todo el camino, familias desesperadas golpeando las puertas de los orfanatos, protestas sofocadas con violencia. El discurso oficial hablaba de higiene, integración y progreso, pero la realidad fue otra: la infancia convertida en materia prima para la ingeniería social.“documentada por medios especializados como Romea.cz.

Cuba: las escuelas al campo como política de Estado

Niños cubanos en remolque rojo camino a las escuelas al campo, separados de sus familias por motivos ideológicos.
Escuelas al campo en Cuba: miles de niños fueron apartados de sus familias y enviados a trabajar en plantaciones agrícolas.

Casi dos décadas más tarde, la Revolución cubana institucionalizó sus propias prácticas de separación juvenil. Desde séptimo, octavo y noveno grados, y luego en el preuniversitario —décimo, onceno y duodécimo—, miles de adolescentes fueron enviados obligatoriamente a vivir en internados rurales conocidos como escuelas al campo.

El trabajo honorable como disfraz


Los niños vivían internados en las escuelas al campo durante toda la secundaria —séptimo, octavo y noveno grados— y también en el preuniversitario —décimo, onceno y duodécimo—, seis años en total, con jornadas de trabajo casi diarias, excepto sábados y domingos lo que significaba que un joven podía pasar la mitad de su adolescencia en el campo. Allí trabajaban sin salario en la recogida de cítricos, en el deshierbe y en el mantenimiento de los árboles. El discurso oficial exaltaba la disciplina, el patriotismo y la “formación del Hombre Nuevo”. La práctica real implicaba largas jornadas bajo el sol, alimentación escasa, dormitorios colectivos, enfermedades frecuentes y el adoctrinamiento político como rutina diaria.

El mismo patrón con distintos disfraces

Aunque los discursos eran diferentes, la lógica era idéntica.

Retórica de integración y sacrificio
En Checoslovaquia, la retórica hablaba de “limpieza” e “integración” de los niños romaníes.
En Cuba, se glorificaba el trabajo agrícola como camino hacia la formación revolucionaria.

En ambos casos, el Estado se arrogaba el derecho de decidir mejor que las familias qué necesitaban sus hijos. Separar a los menores de sus hogares se convirtió en una herramienta de control social.

La huella de la amistad socialista

El parecido entre ambos modelos no parece fruto del azar. Fidel Castro mantuvo una estrecha alianza con Checoslovaquia, dentro del marco del bloque socialista. Hubo intercambio constante de técnicos, estudiantes y misiones políticas.

Fórmulas replicadas
Aunque nunca lo reconoció abiertamente, es plausible que replicara fórmulas de control social ya ensayadas en Europa del Este. Lo que en los archivos checos aparece como “recreación” resurgió en Cuba con otro nombre: “honor al trabajo”. En ambos casos, el objetivo era doble: debilitar el vínculo familiar y moldear a la juventud como engranaje dócil del sistema.

El costo de generaciones enteras

Hoy en la República Checa, aquel episodio de 1953 se estudia como parte de un pasado vergonzoso de asimilación forzada y discriminación institucional. Se reconoce como una herida histórica en la memoria de la comunidad romaní, documentada por medios especializados como Romea.cz.

Heridas históricas en Checoslovaquia
Los historiadores estiman que al menos varios centenares de niños fueron afectados en aquel operativo.

El caso cubano
En Cuba, el modelo no fue episódico: se prolongó durante casi 65 años. Se calcula que millones de adolescentes fueron niños separados por motivos ideológicos, enviados a escuelas al campo en nombre del “Hombre Nuevo”. Los campos de cítricos que justificaban el sacrificio se arruinaron, pero la práctica mutó en versiones degradadas de recolección agrícola forzada, improvisadas, en medio de la crisis alimentaria actual. El precio lo pagaron generaciones de jóvenes separados de sus familias y sometidos a un trabajo semiesclavo.

Un laboratorio maligno de control social

Checoslovaquia experimentó con una minoría. Cuba lo hizo con casi toda su juventud. En ambos casos, el comunismo trató a la niñez no como sujetos de derechos, sino como piezas de un experimento social.

Infancia como terreno de ensayo
El objetivo declarado en Cuba fue forjar “el Hombre Nuevo”. La práctica reveló otra cosa: un laboratorio maligno que separó y dañó a millones de familias durante largas y tenebrosas décadas.

Lo que une ambas historias no es solo el pasado, sino la memoria incómoda que dejan: la infancia manipulada como terreno de ensayo político. Una lección que sigue resonando, y que interpela a toda sociedad que normalice el sacrificio de los más vulnerables en nombre de cualquier ideología.

Por cronicasexilio

Journalist and human rights defender. Currently in exile in Europe, where I continue to denounce discrimination, racism, and the rise of neo-Nazism. In this space, I share chronicles, investigations, and reflections from the perspective of resistance.

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