
Migración en la UE: España absorbe oleadas, Chequia levanta muros. La fractura es evidente.
Introducción
La migración en Europa se dibuja con contrastes extremos. España, bajo un gobierno socialista que repite la retórica de la “migración ordenada”, cerró 2024 con 63.970 llegadas irregulares; casi 47.000 desembarcaron en Canarias, según el balance oficial del Ministerio del Interior. Chequia, en cambio, procesó apenas 1.427 solicitudes de asilo en 2023 y endureció aún más sus leyes en 2025.
El contraste no solo desnuda la brecha política y social: expone una falsa unidad europea incapaz de armonizar respuestas.
El choque de datos
El choque de datos deja al descubierto la falsa unidad europea. España absorbe decenas de miles de entradas irregulares por mar, mientras Chequia mantiene un cerrojo legal que convierte el asilo en excepción.
Los sondeos de CVVM confirman la brecha social: la mitad de los checos ve a los extranjeros recién llegados como un problema nacional, aunque solo uno de cada cinco percibe el mismo problema en su barrio. En España, el debate no es abstracto: Canarias vive bajo presión directa, con recursos humanitarios y sociales al límite.
Chequia: políticas restrictivas y aceptación selectiva
En 2025, el Parlamento checo aprobó reformas que fusionan asilo y deportación, agilizan expulsiones y aplican un sistema de “tres infracciones y salida definitiva” (Expats.cz). El discurso oficial sostiene que “no se obstaculiza la migración legal beneficiosa”, pero en la práctica las condiciones hacen que casi ningún extranjero lo logre.
A pesar de ello, a finales de 2024 había 1,09 millones de extranjeros con residencia legal en Chequia, el 10,3 % de su población (Prague Process). El dato revela otra paradoja: se admite a quienes ya son útiles al mercado laboral, pero se levanta un muro frente a quienes llegan por vías de protección.
La opinión pública empuja en esa dirección: 67 % exige adaptación máxima a las costumbres checas y apenas un 3 % toleraría que vivan según sus propias tradiciones. Solo los ucranianos son vistos con empatía, prueba de que la solidaridad existe, pero es selectiva.
España bajo Sánchez: solidaridad de escaparate, estrategia de poder
Pedro Sánchez insiste en que España necesita una migración “segura, regular y ordenada” (RTVE). Sin embargo, la realidad contradice el discurso.
En Canarias, los gobiernos locales denuncian falta de centros, colapso en la tutela de menores y saturación de sanidad y educación. La ruta atlántica se ha convertido en una de las más mortales del mundo: cientos de personas pierden la vida cada año en la travesía.
A nivel nacional, la inmigración representa ya cerca del 19,2 % de la población (INE 2024). Sectores como agricultura, hostelería y cuidados dependen en gran medida de trabajadores extranjeros (Eurofound). El Banco de España estima que la inmigración explicó más del 20 % del crecimiento del PIB per cápita entre 2022 y 2024.
Pero el aporte económico convive con desigualdades: 34,2 % de los no comunitarios en la UE viven en viviendas hacinadas (Eurostat), y en España la sobrecarga se nota en barrios periféricos y ciudades fronterizas.
España: entre la solidaridad social y la descoordinación política
Impacto económico. La sociedad española ha mostrado una notable solidaridad, y los extranjeros legales sostienen sectores laborales básicos con una contribución clara al PIB. Sin embargo, la gestión política de Sánchez ha permitido un aumento de la migración irregular que el mercado laboral no absorbe, lo que se traduce en presión añadida sobre vivienda y servicios sociales.
Costes sociales. El drama humano de las rutas migratorias sigue cobrándose vidas en el mar. Al mismo tiempo, la llegada desordenada de personas —entre las que también se encuentran individuos con antecedentes o conductas delictivas— ha generado tensiones en barrios y comunidades. Esto alimenta un clima social cada vez más hostil, no hacia la migración en sí, sino hacia una política que mezcla solidaridad ciudadana con falta de control estatal.
Conclusión
España y Chequia muestran dos Europas incompatibles. Sánchez abre puertas hasta el desbordamiento y repite un discurso que no resiste los datos. Praga cierra incluso a quienes cumplen requisitos legales, atrapada en el miedo y la presión social.
En España sobra demagogia; en Chequia, sobran muros. Lo que falta en ambos casos es equilibrio. Y en el vacío de esa brújula europea, los que pagan el precio son los ciudadanos que ven colapsar sus servicios y los migrantes que quedan atrapados entre puertos abiertos sin control y fortalezas que no conceden salida.