Filip Turek delivering a speech during the European Parliament’s plenary session “Action Plan for the Automotive Industry”, Strasbourg, March 2025.EP Plenary session - Action Plan for the Automotive Industry

El discurso en inglés de Filip Turek ante el Parlamento Europeo generó un amplio debate dentro y fuera de Chequia. Su intervención, marcada por referencias nacionalistas y un tono desafiante, fue traducida y difundida por varios medios europeos.

Hemiciclo del Parlamento Europeo en Bruselas, donde Filip Turek intervino el 12 de marzo de 2025 durante la sesión “Action Plan for the Automotive Industry”.
Hemiciclo del Parlamento Europeo en Bruselas, donde Filip Turek intervino el 12 de marzo de 2025 durante la sesión “Action Plan for the Automotive Industry”.

En la República Checa de 2025, los crímenes motivados por odio racial ya no son casos aislados: son rutina. Las estadísticas oficiales los disimulan, pero las cifras reales muestran un patrón creciente de ataques, humillaciones y discriminación contra romaníes, extranjeros y personas no blancas.

El clima político se ha degradado hasta lo impensable. Las encuestas anuncian una alianza probable entre Tomio Okamura, líder del movimiento xenófobo SPD, y el grupo Motoristé sobě (“Motoristas por sí mismos”), una formación que mezcla populismo callejero con simpatías autoritarias.

El odio como ensayo político

Dentro de ese contexto, los Motoristas decidieron abrir deliberadamente la ventana de Overton —ensanchar los límites de lo tolerable— proponiendo como figura destacada a Filip Turek, un político conocido por sus declaraciones polémicas sobre minorías y por referencias provocadoras a figuras históricas del fascismo.

Según reveló Deník N, Turek escribió en Facebook:

“Prenderle fuego a algo a alguien es una estupidez, pero que se haya quemado un gitanillo debería, si acaso, considerarse una circunstancia atenuante.”

No se trataba de una metáfora. Se refería al caso de Natálka Kudriková, una niña romaní de tres años que en 2009 sufrió quemaduras en el 80 % de su cuerpo cuando cuatro neonazis lanzaron cócteles molotov contra su casa en la localidad de Vítkov, Moravia.
La pequeña sobrevivió con secuelas de por vida; los atacantes fueron condenados a más de veinte años de prisión.

Símbolos del pasado convertidos en marca

Mucho antes de llegar a Bruselas, Turek ya había construido una imagen pública vinculada a símbolos asociados con la ultraderecha. En fotografías publicadas por medios y difundidas en redes sociales, se le ha visto usando un casco dorado con emblemas relacionados con el partido griego Amanecer Dorado, así como objetos decorados con insignias históricas de la Luftwaffe (Jagdgeschwader 27) o una vela con una esvástica.
Posteriormente explicó que se trataba de una afición por las antigüedades militares, aunque la reiteración de estos gestos sugiere, al menos, un uso deliberado de una estética cargada de significado político.
Más que una anécdota personal, esos símbolos evocan una narrativa de poder y exclusión que, en el contexto europeo actual, conviene observar con cautela.

Rechazar el uso de tales emblemas no es cuestión de corrección política, sino de memoria histórica. En un país donde aún viven sobrevivientes de Terezín y Lety, su presencia pública resulta ofensiva para las víctimas del nazismo y constituye una señal de alarma sobre la banalización del pasado totalitario.

Del extremismo online al Parlamento Europeo

Lo que parecía impensable ya ocurrió: en marzo de 2025, Filip Turek habló ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo como eurodiputado electo.
El mismo político que en el pasado relativizó públicamente un intento de agresión contra una niña romaní ocupó el podio donde tantas veces se ha recordado el Holocausto.
El archivo fotográfico del Parlamento Europeo (12 de marzo de 2025) lo muestra en pleno discurso, con la bandera azul de la Unión detrás.

Su intervención formó parte del debate titulado “Action Plan for the Automotive Industry”, un plan de acción europeo sobre la transición ecológica del sector automotriz.
Turek no es especialista en industria, energía ni medio ambiente. Su trayectoria profesional se vincula al marketing del motor y a la organización de eventos automovilísticos, no a la formulación de políticas públicas.

En aquella sesión, lejos de aportar propuestas técnicas, utilizó la tribuna para criticar la política climática de la Unión Europea, a la que calificó de “ideología verde” y “amenaza a la libertad de los ciudadanos”. No fue una intervención de contenido técnico, sino una puesta en escena política.
A mi juicio, representó su primer ensayo de visibilidad internacional: ganar notoriedad, proyectar presencia y preparar el terreno para su ascenso político.

Si en el futuro llegara a ocupar la cartera de Exteriores, como han anticipado varios analistas checos, ya no sería un desconocido en Estrasburgo. Sería recordado como el diputado que defendía la industria del motor y la soberanía checa frente a Bruselas. En otras palabras, una figura de la extrema derecha con credenciales institucionales.

Motoristas por sí mismos: el laboratorio del resentimiento

En las elecciones parlamentarias de 2025, Motoristé sobě obtuvo el 7,4 % de los votos y once escaños. Su base está formada por camioneros, pequeños empresarios y ciudadanos irritados con la burocracia estatal. A ese electorado se suman grupos ultranacionalistas que encuentran en los Motoristas un disfraz civilizado para su rabia.

Su líder, Petr Macinka —antiguo portavoz del expresidente Václav Klaus—, combina libertarismo económico con conservadurismo moral. Desde su discurso, Europa se presenta como una tiranía “verde y globalista” que oprime al ciudadano común.

Deník N documentó decenas de publicaciones de Turek ridiculizando el Holocausto, atacando a personas LGBTQ+ y llamando a Barack Obama “un negro que, en el mejor de los casos, puede vender hachís en la estación”.
Cuando fue confrontado, Turek respondió que se trataba de “un intento descarado de desacreditarlo” y presumió de haber sido “embajador de una asociación de empresarios romaníes”.

Esa asociación —la Západočeská asociace romských podnikatelů (ZARP)— fue identificada por Romea.cz como un grupo asesorado por el propio Macinka. El supuesto gesto “antirracista” resulta ser otra pieza de autopromoción política.

El “aval” romaní y la legitimación del racismo

El caso del actor Zdeněk Godla, convertido ahora en rostro amable de quienes promueven un discurso excluyente, merece una lectura más profunda. Godla es romaní y ha hablado públicamente sobre la discriminación, pero hoy aparece respaldando a un político que banalizó el intento de asesinato de una niña de su propio pueblo.

Su gesto no es inocente. En un país donde la representación romaní sigue siendo excepcional, la visibilidad puede confundirse con poder. Tal vez Godla crea que su presencia dentro de la coalición puede servir para moderar posiciones o abrir espacios de diálogo. Pero, en la práctica, esa participación termina legitimando a quienes han construido su discurso político sobre el desprecio hacia los suyos.

No hay neutralidad posible cuando el racismo se disfraza de pragmatismo. Cada vez que un miembro de una minoría es utilizado para blanquear la imagen de un movimiento que la ha estigmatizado, el costo lo asume toda la comunidad a la que representa.

La alianza que traiciona a los suyos

El cálculo de Andrej Babiš (ANO) es simple: necesita a los Motoristas para formar mayoría. Para lograrlo, acepta compartir poder con sectores que han expresado desprecio hacia parte de su propio electorado romaní.
Miles de votantes que alguna vez confiaron en él por pragmatismo —no por ideología— hoy se sienten traicionados al verlo pactar con quienes relativizan o minimizan crímenes de odio como el de Vítkov.

El estilo confrontativo de Turek no surge en el vacío: refleja una tendencia más amplia en la política checa, donde los mensajes simplistas y el rechazo a Bruselas se han vuelto moneda común.

Un fenómeno similar puede verse en otros líderes populistas como Andrej Babiš, analizado en Babiš no es el Trump checo, o en Tomio Okamura, cuyas alianzas nacionalistas exploramos en Aliance v Česku: Okamura y Konečná.

Del legado de Havel al eco del totalitarismo

El contraste es brutal. El país de Václav Havel, símbolo de la conciencia democrática, está dejando que su herencia sea sustituida por una nostalgia autoritaria.
Mientras el odio gana micrófonos y escaños, muchos extranjeros influyentes que viven en Chequia —influencers, youtubers, “nómadas digitales”— prefieren callar. Publican sobre lo “mágico” y “seguro” que es vivir en Praga, pero omiten mencionar los crímenes de odio, los neonazis que proliferan como hongos, y el ascenso de partidos extremistas que detestan incluso a los mismos extranjeros que los elogian.

La ventana de Overton ya está abierta

En casi cualquier país del mundo, proponer o aplaudir a un político que ha elogiado públicamente figuras del fascismo sería un escándalo.
En la Chequia actual, apenas causa sorpresa.
Eso, precisamente, es abrir la ventana de Overton: cuando el horror se vuelve parte del paisaje.

Lee también:
Zdislava Pokorná: periodista checa
Turek, horca, bala y la justicia checa

Fuentes:
Deník N, 10 de octubre de 2025
Romea.cz, 2025
Wikipedia – Filip Turek (racing driver)
Parlamento Europeo, 12 de marzo de 2025 – debate “Action Plan for the Automotive Industry”

Por cronicasexilio

Journalist and human rights defender. Currently in exile in Europe, where I continue to denounce discrimination, racism, and the rise of neo-Nazism. In this space, I share chronicles, investigations, and reflections from the perspective of resistance.

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