Calles deterioradas y edificios colapsados en La Habana antes del huracán, reflejo del abandono estructural en Cuba (2025).La Habana, en ruinas mucho antes del huracán. Foto cortesía de Libertario Plus (X).

EE. UU. y Cuba chocan en la ONU por el “bloqueo”

 El canciller cubano Bruno Rodríguez conversa con un delegado durante el debate sobre el embargo en la Asamblea General de la ONU (2025).
Foto: Cortesía del periodista cubano Mario Vallejo. El canciller de la tiranía cubana, Bruno Rodríguez, durante el debate sobre el embargo en la Asamblea General de la ONU (2025).

Un nuevo pulso diplomático marcó el debate anual sobre el embargo Estados Unidos Cuba ONU.
El representante estadounidense Mike Waltz enfrentó al canciller Bruno Rodríguez ante la Asamblea General y lo acusó de dirigir un régimen “ilegítimo y brutal”.
El intercambio elevó la tensión entre Washington y La Habana y dejó expuesta la grieta entre narrativa y realidad.

“Este no es el Parlamento comunista de La Habana. Aquí hablamos con hechos”, dijo Waltz. Recordó que solo en 2024 Estados Unidos exportó más de 585 millones de dólares en alimentos, medicinas y ayuda humanitaria hacia la isla. “He visto los barcos salir de los puertos de Florida y Luisiana. ¿Cómo puede llamarse eso un bloqueo?”, cuestionó.

El congresista denunció que el régimen invierte en hoteles vacíos mientras el pueblo pasa hambre.
Más de dos millones de cubanos han emigrado en los últimos años y unos 700 presos políticos siguen encarcelados.
Su discurso fue respaldado por Hillel Neuer, director de UN Watch, quien lo calificó de “poderoso y necesario para desenmascarar la hipocresía de las dictaduras dentro de la ONU.”

El mensaje fue claro: Washington busca quebrar el consenso internacional contra el embargo y obligar a los países aliados de Cuba a elegir entre los principios democráticos y la complacencia diplomática.

El debate sobre el embargo mostró que las viejas narrativas siguen vivas.
Washington habla de derechos humanos; La Habana, de soberanía.
El resultado siempre es el mismo: el pueblo queda en medio.

Ese intercambio no se dio en el vacío.
Pocas horas después, la Asamblea General de la ONU volvió a votar la resolución sobre el embargo, repitiendo —casi palabra por palabra— la historia de cada año.

El 29 de octubre de 2025, la ONU condenó otra vez las sanciones de Estados Unidos contra Cuba, con 165 votos a favor, 7 en contra y 12 abstenciones.
Pero detrás de ese ritual diplomático hay una verdad incómoda: Estados Unidos no impide que Cuba comercie con el resto del mundo.
El embargo limita solo las relaciones con empresas y bancos estadounidenses, no con los más de ciento ochenta países del planeta.

El verdadero bloqueo viene de dentro.

En el sur de Florida, los legisladores cubano-americanos mantienen una posición inamovible: el embargo no debe levantarse hasta que Cuba sea libre.
Para ellos, suavizar las sanciones sería premiar a un régimen que nunca ha dejado de reprimir a su pueblo.

El senador Marco Rubio lo resume sin rodeos: “Nada de lo que ocurre en Cuba —ni la represión, ni la pobreza, ni el aislamiento— es culpa de Estados Unidos ni del embargo.”
En otro discurso insistió: “Quienes se oponen al embargo simplemente no entienden su propósito.”
Defendió la medida como un recordatorio moral de que el castrismo sigue siendo una dictadura.

Su colega Rick Scott comparte el mismo tono inflexible.
“Cada vez que el presidente Biden apacigua al régimen comunista e ilegítimo de Cuba, ayuda a desestabilizar el hemisferio occidental”, declaró en mayo de 2024.
Sobre el turismo, añadió: “Cuando la gente viaja a Cuba, los únicos que se benefician son los militares y los burócratas; ese dinero se usa para reprimir a los opositores.”

La congresista María Elvira Salazar ha denunciado la doble moral del régimen: “Durante décadas se han escondido detrás de la excusa del embargo, pero esa mentira ya no funciona.”
En una carta reciente exigió investigar empresas que eluden las sanciones y comercian con La Habana.
“Cada dólar que burla las restricciones fortalece la mano de los opresores y debilita la lucha del pueblo cubano por la libertad.”

En conjunto, sus palabras delinean una postura sin fisuras: el embargo no es visto como castigo, sino como símbolo.
Una frontera ética que, para el exilio político de Miami, sigue separando a la dictadura del derecho a ser tratada como un Estado normal.

Estados Unidos tampoco está libre de responsabilidad

Al mantener un embargo sin efectos prácticos sobre el régimen, Washington le regala a La Habana su mejor excusa: una coartada política y moral para justificar décadas de represión, censura y miseria.
El embargo ya no castiga a la cúpula comunista —que vive con privilegios y comercia a través de intermediarios—.
Castiga al ciudadano común, que carga el peso de las carencias mientras escucha el mismo discurso de “resistencia heroica”.

Cada año, la Casa Blanca reafirma la medida y el gobierno cubano la usa como escudo ideológico.
El pueblo queda atrapado entre dos castigos: la sanción externa y el control interno.
Así, el embargo se convierte en la herramienta que sostiene al sistema, no la que lo derriba.

Cuba necesita apertura, no asfixia; pero el poder necesita el embargo para seguir fingiendo que la causa del hambre está fuera y no dentro del país.

Sin embargo, sin excusas

Levantar el embargo ya no sería una concesión al régimen, sino una forma de quitarle su último disfraz.
Sin la coartada del enemigo externo, el gobierno cubano no podría seguir manteniendo a su pueblo militarizado, hambriento y vigilado bajo el pretexto de la “resistencia”.
Tampoco los países que cada año votan contra el embargo tendrían cómo justificar su doble moral.
Perderían el argumento fácil mientras siguen vacacionando en la isla y cerrando los ojos ante la represión.

Sesenta años después, el pueblo cubano sigue bajo la misma bota, no por culpa de una sanción extranjera, sino por un sistema que aprendió a vivir del castigo y del miedo. Levantar el embargo no salvaría al régimen: lo desnudaría.

Incluso en medio del desgaste político, algunos gestos rompen la inercia. Mientras el régimen insiste en hablar de bloqueo, desde Washington surgen señales que desmienten esa narrativa y apuntan hacia la ayuda directa al pueblo, no al poder.

Estados Unidos ofrece ayuda humanitaria

El secretario de Estado cubanoamericano Marco Rubio escribió en X: “Estamos preparados para ofrecer ayuda humanitaria inmediata al pueblo cubano afectado por el huracán.” La frase, breve pero contundente, expuso una contradicción que el régimen evita reconocer: el país al que La Habana acusa de “bloquear” es el mismo que hoy ofrece asistencia directa al pueblo cubano, mientras el gobierno insiste en administrar la escasez como si fuera soberanía.

En Cuba, sin embargo, la ayuda rara vez llega a quienes la necesitan. Suele tropezar con la burocracia, la censura y la corrupción: parte se pierde en almacenes estatales, otra se reparte entre la élite política y no poca termina desviada hacia los hoteles o el mercado en divisas, donde el pueblo no tiene acceso.

En más de cuatro décadas, el régimen nunca ha aceptado donaciones directas del gobierno de Estados Unidos, ni siquiera en momentos de catástrofe. Todo indica que esta vez no será la excepción, aunque ojalá lo fuera.
La miseria del pueblo cubano es tan profunda que ni siquiera las donaciones internacionales pueden aliviarla, porque el poder las transforma en privilegio y propaganda.
Mientras en otros países la ayuda humanitaria salva vidas, en Cuba apenas sirve para prolongar el sufrimiento y sostener el discurso de resistencia.

Por cronicasexilio

Journalist and human rights defender. Currently in exile in Europe, where I continue to denounce discrimination, racism, and the rise of neo-Nazism. In this space, I share chronicles, investigations, and reflections from the perspective of resistance.

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