Todo esto me enseño que callar enferma. En Chequia, la discriminación y el racismo no son la excepción, sino la norma, y las instituciones los ignoran. Desde la segregación escolar hasta la violencia impune, esta realidad persiste.
Memoria y presente
Tardé casi quince años en entender que callar no era la mejor opción.
Reprimí mi voz por muchas razones, y la principal fue el agradecimiento que sentía —y aún siento— hacia la República Checa por haberme acogido con asilo político firme: a mí, a mi hijo, a su padre y a su familia.
Pero en todo ese tiempo nadie me habló de lo que me esperaba aquí. Ni la embajada checa en Cuba, que cada mes me abría la puerta para renovar mi estatus, ni las ONG para las que reportaba como periodista, mencionaron jamás la situación real del racismo. Nadie me advirtió cómo las minorías y los extranjeros son rechazados por el sistema y cuán pocos se atreven a denunciarlo.
Segregacion
Al principio, confundida, pensé que los romaníes vivían entre ellos por costumbre, por tradición. Poco a poco entendí que no era una elección: era una segregación real, cuidadosamente oculta por los medios y por las instituciones. El turista recién llegado no lo nota, el extranjero en tránsito tampoco. Se esconde. Hasta que un día, como ocurre ya en este 2025, el racismo se desata a plena luz del día porque los autores apenas enfrentan consecuencias.
Autocensura
Yo misma lo sufrí. No lo entendía al inicio, porque en Cuba —a pesar de la tiranía comunista— no es costumbre rechazar a alguien por el color de su piel. Aquí sí. Y como no estaba acostumbrada, la violencia del rechazo me golpeó con más fuerza. Durante años me censuré a mí misma: ningún país es perfecto, agradece que te acogieron. Hasta que la impunidad con que actúan los racistas y la indiferencia hacia las víctimas me obligaron a replanteármelo. Hablar se volvió tan necesario como respirar.
Somatización
El estrés postraumático no se quedó en la mente: lo somaticé en el cuerpo. Desde hace una década, cada dos años se me congela un hombro distinto y quedo sin poder mover el brazo durante meses. A eso se sumaron otras enfermedades derivadas de callar y acumular lo que no podía expresar.
La medicina que falló
Durante diez años, una doctora que me atendía se negaba a revisar mis análisis de vitaminas y otros valores básicos. En lugar de buscar la raíz de mis problemas, me recetaba medicamentos fuertes que terminaron afectando aún más mi salud. Encontrar otro médico fue un proceso largo y difícil, ya que muchos no aceptaban pacientes extranjeros. Finalmente, hace casi dos años, di con dos doctoras excepcionales, humanas y comprometidas. Una de ellas, preocupada por mi estado, me envió de urgencia a realizar análisis hace aproximadamente un año. Los resultados mostraron niveles extremadamente bajos de vitamina D3 y B12. Me recetó un plan inmediato con suplementos de D3 e inyecciones de B12, lo que marcó el inicio de mi recuperación.
Nuevo comienzo
Poco a poco, comencé a sentirme mejor y retomé mi escritura. Mi cuerpo había acumulado tantas cosas que no podía expresar, pero tras tocar fondo, logré reconstruir mi salud física y mental casi por mi cuenta.
Europa lo sabe
Por años, Europa ha instado a Chequia a cumplir con los convenios internacionales de derechos humanos y protección de minorías, sin resultados significativos. En 2007, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó al país por segregar a niños romaníes en escuelas especiales (caso D.H. and Others v. the Czech Republic), pero esta práctica persiste bajo otros nombres.
El muro de la Vergüenza
En 2014, la Comisión Europea inició un procedimiento por incumplimiento de la directiva de igualdad, un caso aún sin resolver. En Ústí nad Labem, se llegó a construir un muro para separar a familias romaníes de sus vecinos; aunque la presión internacional lo derribó en 1999, las barreras sociales y mentales permanecen. Como testigo de esta realidad, he constatado que ni las sentencias ni las advertencias de Bruselas han cambiado el panorama: la discriminación sigue arraigada y el racismo, en gran medida, queda impune.
Respuestas desde el poder
Esto no es un incidente aislado: el racismo en Chequia es institucional, arraigado a nivel estatal. He enviado cartas al presidente, pero las respuestas, cuando llegan, son genéricas, similares a las que reciben los romaníes: palabras vacías sin soluciones reales.
Negacion de ayuda
Al pedir ayuda por la discriminación, el racismo y las violaciones que he enfrentado, la oficina presidencial me respondió con frialdad, afirmando que no tenía derecho a reclamar. Como testigo en primera persona, con el peso de estas experiencias en carne propia, entiendo por qué el presidente evita condenar con firmeza el odio y la discriminación hacia la comunidad romaní. Incluso el Defensor del Pueblo, en lugar de protegerme, respondió con hostilidad, limitándose a señalar sus competencias sin abrir ninguna investigación. Una institución que debería defender derechos se suma, en cambio, al patrón de indiferencia.
Impunidad
Mi experiencia no es un caso aislado. En pueblos y ciudades de Chequia, el racismo y la violencia se repiten con una impunidad que indigna. No hace falta investigar mucho: los casos recientes muestran hasta dónde llega la tolerancia del Estado hacia quienes desprecian a otros por su origen o color de piel. En la República Checa, uno de los pocos países europeos donde supremacistas con ideología fascista pueden acumular armas sin restricciones, la permisividad es alarmante. Un caso documentado revela a un neonazi que dirige un campo de tiro, mientras otros exhiben sus armas e ideas racistas en redes sociales sin temor. Incluso las tumbas de soldados nazis de la Segunda Guerra Mundial son veneradas con velas, flores y tanques de juguete, un espectáculo que en cualquier país normal sería condenado, pero aquí se tolera.
Nová Ves: cuando el racismo va armado
En Nová Ves, por ejemplo, la violencia racista quedó al descubierto sin tapujos. Un concejal insultó a trabajadores romaníes, y horas después, su amigo los amenazó con una escopeta, gritando que los mataría. La policía, en lugar de actuar con firmeza, se limitó a reír con el agresor y lo dejó en libertad ese mismo día, a pesar de que él mismo admitió tener más armas para una supuesta ‘guerra’. Este caso, documentado por Romea.cz, el único medio que lo cubrió con detalle, pasó desapercibido para el resto del país. Cuando comparo estos hechos con lo que he vivido, el patrón es evidente: agresores protegidos, víctimas ignoradas. Ya sea en un pueblo pequeño o en la capital, el resultado es siempre el mismo: impunidad.
Cierre
La democracia no se mide por ceremonias, sino por la protección efectiva de sus ciudadanos. En Chequia, los gestos vacíos abundan, mientras las garantías escasean. Como señala el European Roma Rights Centre, el racismo institucional está arraigado en el sistema de justicia penal, perpetuando la exclusión de los romaníes. El silencio del poder ante este racismo no es neutral: es cómplice. La pregunta es clara: ¿seguirá Chequia escondiéndose tras gestos huecos o se atreverá a defender a todos por igual? La respuesta determinará si la República Checa aspira a ser una verdadera democracia o un Estado que perpetúa la exclusión.
Este testimonio forma parte de mi proyecto Crónicas desde el exilio. También comparto reflexiones y reportajes en mi canal de YouTube, donde sigo contando lo que muchos prefieren callar.
Excelente articulo, tienes toda la razon es un pais con mucho racismo.